Los chopos a lo largo de la vía Nazionale, eran una bendición, frescor y pura sombra. Hermosas casas y praderas verdes a los pies del monte. Dos chimeneas de una antigua industria aguardando el final que alguna vez tendrán, al no ser que la memoria del patrimonio industrial las preserve y sigan así, rojizas, altivas, vestidas de ladrillos. Sobre una colina, se alza San Miguel Arcángel, visible su campanario y aguja desde que estábamos en Quero. A ella se accede por una escalera de piedras compuesta de 24 escalones. Desde finales del siglo XIV se tiene noticias del sitio, consagrado a San Miguel Arcángel, y cuyo culto fue extendido en toda Italia por los bizantinos. La primera guerra la dañó severamente, y fue reconstruida y abierta al culto en 1930. Neoclásica sin mucha pretensión, el frontispicio descansa sobre cuatro pilastras. Sobre el pórtico, en medio de la fachada, un ojo de buey le regala claridad a la nave. Al fondo un prado verdísimo, y en una esquina, se levanta un capitello trabajado en piedra de talla. Cuatro columnas sostienen el techo que protege a la virgen con el niño. La virgen avanza, el niño contra su cuerpo, la brisa y su marcha hacen mover los pliegues de su bata, la virgen nos mira pasar. ©VCAweg2012
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