lundi 17 septembre 2012

Vas (y llegamos!)


Desde que comenzamos a rodar por la vía Roma, ya estábamos en Vas, el Vas campestre de robles y chopos. Otra vez apareció la virgen, en un “capitello” al borde de la vía. Desde éste punto de la vía, descubrimos la torre de la iglesia, que más tarde se nos presentaría como una raspadura elevada cuyo reloj nos anunciaba un poco de hambre media hora después del mediodía. Los vassesi se encomiendan a San Leonardo y lo celebran cada seis de noviembre. Yo diría que San Leonardo in Vas está en el mismísimo centro del pueblo. Allí convergen sus calles principales. La parroquial impresiona por su línea neoclásica y cuyo triangulado frontispicio descansa sobre cuatro gruesas columnas, lisas, con capiteles del orden corintio, acompañadas de otras dos columnas a sus extremos, que le imprimen un conjunto al edificio, poco visto en lo que llevamos de camino por estas tierras de Vicenza. La fachada, a pesar del moho negro que la invade, deja ver un armonioso conjunto de bajorrelieves, donde, sólo uno, el más central, sobre el pórtico y debajo del frontispicio, marca la fecha en que la iglesia fue consagrada a San Leonardo. Ese apego que tengo a la historia, a recordar, a los que quedaron en el camino, me detiene un poco más en el centro de Vas, en una esquina soleada, una columna con punta de lanza y sobre la punta, un trabajo de hererría para sostener una bola multicolor. El mundo en llamas, pensé. El monumento recuerda a los caídos entre el 1915 y el 1918; en el pedestal bajo de la columna, aprendimos que a Luciano, Elio, Ardolino, Antonio y Mansueto, la segunda guerra les sesgó la vida en plena juventud. El adiós a Vas fue personalizado, y nos lo dio la empleada de la tienda donde entramos para comprar y saciar la poca o mucha hambre que teníamos. Una sonrisa vale un Potosí. ©VCAweg2012

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