La
vida es una rueda, la mía tiene rayos. Otras vidas son aspas, que dan vueltas
para terminar sentadas en un banco solitario de una plaza, o en una butaca de
un salón, sala de una casa o salón de un asilo. Aspas. Serán aspas aquellas del
escudo de Lermoos? Y vuelvo a pensar en el hombre entrado en años, sus aspas
detenidas en Bichlbach. Siempre rodamos, el lieutenant Wakim y yo, a cierta
distancia uno del otro. Así cada uno habla a su sombra aplastada por las ruedas
de las bicicletas. A medida que avanzamos en dirección a Lermoos, -ya no hay
paisajes que me asombren-, pero estos parajes austriacos me dejan en buen
français “bouche-bée”.
Austria con fondo alemán. Y es que Lermoos tiene vista a la más alta montaña
alemana, y del macizo de Wetterstein, el pico Zugspitze, de 2962 metros de
altura. Y como chorros detenidos por el tiempo y la altura, sus flancos abrigan
tres impresionantes glaciares, siendo uno de ellos, el Schneeferner por el
flanco norte, el más grande de Alemania. Lermoos es una tarjeta postal que solo
puede disfrutarse en el sitio. Es casi final de verano. La altura imprime
cierto frescor y el invierno debe ser blanquiazul como el macizo montañoso. No
encontramos dificultad para encontrar alojo, porque además de sus numerosos
hoteles, no faltan studios y apartamentos en las casonas del pueblo tirolés.
Tocamos a la puerta del Barth Hof, un “gäztezimmer” confortable y con una vista
campestre magnífica. Nos recibió Charlie, un gato mitad blanco mitad rouquin.
Amenaza de lluvia, tormenta preparándose para desafiar a dos hambrientos
bicicleteros, noche negra, alba con vetas rojizas y amanecer brumoso, la niebla
envolviendo los campos que circundan Lermoos. Dijimos adiós a Charlie, como el
hombre entrado en años, sus aspas detenidas en Barth Hof. Pero no dije adiós a Lermoos, porque
en otro final de verano, me prometí volver acompañado de Alix. ©VCAweg2012
lundi 10 septembre 2012
Bichlbach
Después
de haber pedaleado apenas 300 metros, doblamos a la derecha en dirección a
Bichlbach. Fernpass es un camino vecinal tranquilo. Cruzamos el helado
Grundbach que corre buscando el lago Heiterwang, que ya dejamos atrás, como
también atrás dejamos el Lech, con sus verdeazules sublimes y la hojarasca
cubriendo sus orillas. Estamos en pleno mundo alpino, valle y montaña, campo y
campo valonado, flancos rocosos que nos miran sorprendidos. San Lorenzo es el
patrón de Bichlbach. También pequeña la localidad tirolesa. San Lorenzo preside
la heráldica con fondo de águila austriaca desplegando sus negras alas. Y San
Lorenzo es la iglesia, de talla humana y una aguja roja empinada con la cruz
patriarcal en su punta. Un banco, una botella de cerveza a medias y un hombre
entrado en años desmenuzando su soledad. Geranios colgantes en los balcones del
Landgasthof Post. Tampoco aquí pasaremos la noche. Seguimos de largo, de largo
por la tarde que ya comienza a enfriarse y nubes anunciando un chubasco
inesperado. ©VCAweg2012
Heiterwang
Entrando
a Heiterwang, leímos “zimmer” escrito sobre la fachada de una vivienda.
Desgraciadamente a esa hora no necesitábamos una “zimmer” donde pernoctar. El
paisaje tiene esa mezcla de azules celestes, azules lacustres y azules brumosos
que van delineando el contorno de Wetterstein y de Tannheim, las montañas
alpinas que sirven de fondo al minúsculo pueblo, de apenas seiscientas almas.
La soledad envuelve a la iglesia parroquial. Iglesia católica, y como otras,
cerrada. En un recodo de la iglesia, una escultura en bronce nos presenta un
parroquiano con un pez del que brota agua por su boca. Agua y pez, agua del
Heiterwangsee, pescado que decora el escudo del pueblo tirolés. Las
construcciones son modernas, pero cuidando de verse integradas al patrimonio urbano
de antán. Llama la atención, una construcción doméstica, de techo a dos aguas
con un portal protuberante, macillado y su plafond ornado con frescos. El piso,
una suerte de ático, con ojos de buey y molduras, y un nicho desde donde la
virgen ruega porque todo salga bien, las manos en plegaria, el rostro dulce en
plena invocación. ©VCAweg2012
Umleitung Rad- und Gehweg
Reutte.
Hacia atrás, ni para coger impulso. Heiterwang, pa’lante aunque no sepamos
hacia dónde vamos. Y fue placentera aquella brecha boscosa, con claros y otros
senderos sin flechas ni nombre, la pendiente arenosa, decorada con las agujas
de los pinos, y ardillas mirándonos pasar, asustadizas, y por encima de los
pinares, la montaña, la roca alpina, el silencio de azules, de cielo y olores
húmedos, que solo el bosque puede regalar. ©VCAweg2012
Ehrenberg (vuelta al pasado)
En
el camino volvimos a tropezarnos a Jesús llevando a cuestas la cruz. El rostro
fatigado, las manos llagadas. Vivimos en un mundo de sufrimientos, los propios,
y los ajenos. El de Jesús, es tan recurrente en estos caminos, que tiende a
culpabilizarnos. El camino es un sendero amarillento de piedras de cantera que
nos lleva a las ruinas del Castillo de Ehrenberg (1293), à 1100 metros de
altitud. Primero nos detuvimos en la ermita Ehrenberg (1480), ciento cincuenta
metros más abajo. El burgo del Medioevo domina la entrada al valle, todo un
conjunto de fortificaciones que junto a la fortaleza barroca Schlosskopf (1741)
y el fortín Claudia (1645), se convirtieron en bastión importante de Europa
Central. La visita al conjunto de Ehrenberg tenía una contrariedad, las
bicicletas, que no estaban dispuestas a quedarse solas en alguna esquina
solitaria de la Ermita. Dos hermosos alazanes arrastrando un carruaje de época
me hicieron pensar en mi padre, que era un apasionado de los caballos. Un monje
esculpido nos dijo adiós con la mano derecha mientras con la izquierda sujetaba
la vara del monje caminante. ©VCAweg2012
Reutte i Tirol
Los
trece kms a Reutte que marcaba el cartel en la frontera germano austriaca los devoramos
sin apetito, y Reutte se impuso como la única ciudad tirolesa que atravesaremos
durante la travesía por la VCA. Para llegar a Reutte volvimos a cruzar el Lech.
La ciudad, -yo diría un pueblo grande- es de talla pequeña, y está enclavada en
un gran parque natural. Los austriacos como los alemanes son fuertes en eso de
proteger la naturaleza, -o al menos, eso nos hacen creer! Reutte, blasonada con
blanco rojo como su bandera y verde, como sus colinas y pinos, conserva y
mantiene sus fachadas de colores pasteles y frescos ornando ventanas y
balcones. Es hermosa Reutte, y me sentí protegido cuando descubrí la capilla
San Roque, cuya torre campanario emula con la torre de la iglesia y monasterio
de San Francisco. Al dejar Reutte, volvemos a mirar los penachos alpinos,
aparentemente cerca, pero tampoco lejos…©VCAweg2012
El Tirol austriaco
Fondo
azul y doce estrellas doradas, también en círculo perfecto rodeando RepublikÖsterreich.
Entramos en Austria con el número de suerte inscrito en negro sobre amarillo.
Justo trece kilómetros para llegar a Reutte. El águila austriaca indica la
región de Tirol. La calzada nos empuja hacia Unterpinswang y Oberpinswang, casi
cuatro kms en los que la VCA y la Vía Romántica se cruzan y descruzan formando
un sendero homogéneo. Pasamos el Lech por el puente Ulrichs, construido entre
1913 y 1914, allí donde es manso y ligera la corriente. Pinswang es un pueblito
minúsculo con su iglesia St. Ulrich que se impone por encima del resto de las
construcciones. El campanario y su cúpula acebollada se alzan queriendo
sobrepasar las colinas que rodean Pinswang. La llanura desaparece y el relieve
se convierte en una subida incómoda. La sombra de los pinos se balancea y nos
protege de un sol tímido que aparece y desaparece detrás de las montañas
rocosas de la cadena alpina. También aparece y desaparece como por arte de
magia, Pflach. Una granja-caserío de techos rojos, y la iglesia descomunal con su
techo a dos aguas, cubierto de pizarra, como el revestimiento del campanario.
La cúpula, revestida en madera, trabajo de artesanos tiroleses. ©VCAweg2012
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