Al cruzar el Inn por el Martinsbruck, dejamos atrás
Suiza y comenzamos a pedalear bajo una tenaz llovizna por la ruta B185 en
tierra austriaca, en dirección a Nauders. Ruta con una pendiente, que si bien
al seco debe ser sin respiro, mojada constatamos que era un jabón. Una curva
tras un viraje, un viraje tras una curva cerrada. Por momentos, en esos virajes
percibimos Martina en lontananza entre dos pinos. Un rato más tarde, y siempre
bajo la lluvia, nos detuvimos frente al Alpengasthof, en el col de Norbertshöhe,
a 1405 metros de altitud. Al escribir mis apuntes, me pregunto cómo logramos
pedalear por ese flanco de montaña, ateridos de frío y empapados hasta el
tuétano. En un recodo del puerto, un banco para los fatigados (no siendo un día
de lluvia), una placa recordando a alguien cuya vida quedó allí, y sobre el
pedestal Cristo, protegido de la lluvia en su altar de Madera. Al lado, una
bicicleta, símbolo para aquellos que al col llegan pedaleando, y por qué no,
caminando, la bicicleta a la mano. Pasado el col, comienza el descenso hacia
Nauders, situado en la parte alta del valle de Stillebach. Divisamos la iglesia
al fondo y el Schloss Naudersberg a la entrada del pueblo. Dos peces opuestos
el uno al otro, blanco sobre rojo, rojo sobre blanco, conforman el blasón de
Nauders, que entra en el triángulo de fronteras de tres banderas: Austria,
Italia y Suiza, y presume de ser parte de una ruta histórica, la Vía Claudia
Augusta. Poco trabajo nos dio encontrar alojo, después de haber pedaleado 61
kilómetros en una jornada “pas comme les autres”. La dueña del Haus Julia nos
recibió amable y maternal. Nos dio instrucciones, de todo el confort al que
teníamos derecho, y nos puso al resguardo del mal tiempo las dos bicicletas. Un
baño caliente nos propició el relax para acabar con un día estresante. Bajo una
ventisca y una noche negra tempestuosa, salimos como dos buhos a buscar qué
comer, y no faltó lugar donde regalarnos una especialidad tirolesa con
excelentes cervezas alemanas. ©VCAweg2012
mercredi 12 septembre 2012
Inn, Bad Inn, Eno (afluente del Danubio)
Pasada la frontera de uniforme, llegó el turno de
pasar la frontera natural: el río. Y en éste pedaleo por la antigua calzada
romana, será en esta frontera que digamos adiós al río cuya fuente nace a 2484
metros de altura, y que sus aguas provienen del lago de Lunghin, unos
trescientos metros más arriba. Desde la salida de Imst, el Inn nos acompañó, lo
bordeamos, lo cruzamos, lo fotografiamos y hasta con sus aguas nos bendecimos,
como hacían los romanos en el faenar entre Imst y Nauders, cuando los carruajes
hacían la ruta entre Ostiglia y Donauwörth. Eno en romance, Inn en alemán, el
río atraviesa los abruptos parajes alpinos de la Engadina en Suiza, corre libre
por los valles que forma en la region austriaca del Tirol, serpentea regiones
bávaras, se hace alimentar por el Salzach que hace oficio de frontera entre
Alemania y Austria, y se entrega en cuerpo y agua al Danubio a la altura de
Passau. ©VCAweg2012
El “grenzübergang” de Martina (Suiza)
La goulash del Pfundser Stüberl cumplió su objetivo
energizante: ayudó a cambiar nuestro ritmo de pedaleo. Saliendo de Pfunds al
sur del Bad Inn también percibimos una ligera mejoría del tiempo. El paisaje en
el valle del Inn no varía mucho cuando de verde se trata. Campos laborados, bosques,
sub-bosques y el sendero siguiendo la línea del río, unas veces a ras de sus
orillas, otras a unas centenas de metros. Pasamos de largo Vorderrauth y
Hinterrauth, y seguimos hasta Schalkl. Aquí se acaba la B180 austriaca que da
paso a la ruta 27 en territorio suizo. En lo adelante, la Claudia Augusta
contorneará el Eno del lado helvético. Existen fronteras y muchas de ellas como
fantasmas en medio de rutas y senderos. Somos “ciclistas sin fronteras” aunque
para pasarlas tengamos que llevar consigo los documentos que nos permitan
pedalear sin angustias. Pasamos el “grenzübergang” entre Austria y Suiza,
desolado. Bandera austriaca y de la Unión Europea. La suiza ausente, quizás
temerosa de mojarse. Y en el puesto fronterizo fantasma comenzaron a caer gotas
como casquillos de bala. Uffff-Ufff, suspiró el lugarteniente. Meeeerde,
vociferó el capitán. La Gazelle y la Gitana se miraron, y yo le escuché decir a
una de ellas, “estos dos están locos”. En esta locura alpina, mojados,
resfriados y fatigados, confundimos caminos con autopistas y carreteras con
senderos. Lo mismo entrábamos a un tunel prohibido a los ciclistas que despreciábamos
la ruta indicada en la también mojada guía Bikeline. El pasaje suizo de la
Claudia Augusta terminó en la Engiadinalaina S.A., una sociedad maderera en el
mismo borde del Inn, y en el puesto fronterizo de Martina, ésta vez nada
fantasma, con aduaneros de carne y hueso que hablaban entre ellos sin apenas
mirar a quienes pasaban de un lado a otro. De hecho, los únicos transeúntes a las
15h42 de una media tarde aniquilada por la lluvia, éramos nosotros. ©VCAweg2012
De Tössens à Pfunds
Tössens lo encontramos (y Tössiendo!), unos cuatro
kilómetros más adelante. Y tosiendo llegamos al dificilísimo Tschuppbach, no
solo difícil de pronunciar, también triste y mojado, después de, una vez más,
haber cruzado el Inn. En Schönegg y Stein, las condiciones climáticas no habían
cambiado. Pero cómo puede vivirse con piel de rana toda la vida? El Inn sigue
siendo el mismo aunque en las cercanías de Stein (sin María), el susodicho río
se convierte en Bad Inn. Quedamos perplejos con el cambio. Y vuelta a pasar,
-aquí revuelto y caudaloso, el inacabable Inn, para atravesar María Stein.
Camino húmedo oliendo a pino mojado, entre el verde intenso del bosque y el ronroneo
del agua apresurada buscando una salida. Al llegar a Pfunds, exhaustos,
buscamos donde tomar o comer algo caliente. Pedaleando un poco parqueamos las
bicicletas frente a un Café que anunciaba cervezas y radlers, pero para
alcoholes no estábamos, quizás un ron con miel y limón, pero eso era mucho pedir.
La terraza del Café Pfundser Stüberl estaba fría y toda mojada. Intimidados por
el silencio y goteando, entramos en el pulcro salón donde en una esquina
sobresalía una antigua calefacción, típica de la Baviera y el Tirol. Como ya no
servían almuerzo a esa hora de la tarde, y al vernos titiritando y tullidos de
frío, nos ofrecieron una sopa al estilo húngaro, y qué delicia aquella goulash,
caliente, al punto de que podia resucitar un muerto, y muertos, evidentemente,
lo estábamos nosotros. ©VCAweg2012
Prutz & Ried im Oberinntal
Por qué no crece el marabú en estas recónditas regiones?,
se me ocurre pensar-preguntarme, cuando veo la riqueza agrícola de estos
países, y me traslado a la Isla, con una agricultura pésima y los campos
invadidos de marabú. Y sigo rodando, a cierta distancia del lugarteniente Wakim
que va cantando todos los estribillos que de memoria conoce. La Pontlatzstrasse
nos lleva a otro puente de hierro que nos permitirá cruzar el Inn, el puente de
Prutz, que lleva primeramente al gasthof Post-Prutz, sitio de reposo y “posta
restante” desde la época carolingia. El pueblito atravesado por la vía romana
fue tomando importancia en el territorio. Atravesamos Prutz envueltos en una bruma blanquecina, y los edificios aparecían y desaparecían como por
arte de magia. Y de la bruma pasamos a la fría llovizna, “tiempo de perros” le
grité al ingeniero, que cubierto con su capa negra y amarilla, no me oyó. Al
entrar en Ried apretó la lluvia, y en lugar de buscar abrigo, seguimos rodando,
como rodaban las gruesas gotas al caer sobre el casco, saltar al impermeable y
hacer maromas en el manubrio, helado como un congelador. St Christina vio pasar
dos ciclistas a 75 km/hora, no tanto por la fuerza en el pedaleo, sino porque
las ruedas resbalaban en lugar de rodar. La humedad iba penetrando por los
brazos y piernas y se instalaba en los desamparados pulmones. Tres flechas nos
señalaban tres caminos a tomar. De Landeck veníamos. Steinbrücken del otro lado
del río, y necesitábamos una barca. Kläranlage, granja lechera, estaba a medio
kilómetro, pero, y Tössens? ©VCAweg2012
Spanischer Erbfolgekrieg / Napoleonischer Krieg
Neuer Zoll es un caserío de viviendas diseminadas
entre el valle semiboscoso y la curva del Inn que imita una gaviota en vuelo a
Niedergallmigg. La vía para ciclistas va paralela a la B180, una autopista a la
que se le conoce como la Reschen strasse. Un puente de hierro pone fin a la vía
ciclable, y nos invita a pasar a la otra orilla del río. La obra de ingeniería
no es otra que el Pontlatzbrücke, construido en 1899 por la constructora vienesa
Waagner, y hoy clasificado como patrimonio. Al llegar a la otra orilla, un
monumento salta a la vista. Sobre una instalación rocosa, un águila en bronce
extiende las alas, el pico agresivo, las patas apoyadas sobre la lanza que
porta un estandarte. En la parte inferior, también en bronce, una madonna un
niño cargado en su regazo. Voilà, la imbricación de lo militar con lo religioso
sentimental. Le siguen dos años inscriptos también en bronce sobre la
piedra; 1703-1809. Y más abajo aún, arrente al suelo, una placa con una
inscriptión en alemán, sabe Dios queriendo decir qué cosa! Sólo una palabra que
intercalamos con los dos años, nos sugirió el porqué del monumento, la palabra
en cuestion “krieg”, y es que estábamos en un sitio donde la guerras
enfrentaron a españoles, austriacos, franceses y bávaros. La guerra de Suceción
por la corona española en 1703, y las guerras napoleónicas, en este punto, la
guerra de la quinta coalición en 1809, que terminó con la firma del tratado de
Schönbrunn. Las guerras ocuparon nuestra conversación todo el tramo entre el
monumento y la capilla de Tullenerfeld. La Pontlatzstrasse sumida en la bruma
nos hizo poner atención al pedaleo, ya casi a las puertas de Prutz. ©VCAweg2012
Truenos, lluvia y humedad (de Zams à Nesselgarten)
Tronó toda la noche. Truenos secos, desgarradores. Y
amaneció, no lloviznando, sino lloviendo. Pedaleando, un amanecer húmedo y
lluvioso no da mucha esperanza al bicicletero. La buena digestión de la carne
de jabalí en su jugo y rociado de frutas rojas, de la noche anterior, animó al
estómago a solicitar un buen desayuno, tomado en compañía de un grupo de “randonneurs”
que se mojarían como nosotros. Emprendimos la nueva etapa en la misma calle, la
Hauptstrasse, y bajo la pertinaz llovizna, y los varios recalmones, dijimos adios
a Zams y atravesamos Landeck con la humedad instalada en nuestros cuerpos. A
pesar de la bruma, logramos ver el castillo de Landeck desde la Malserstrasse,
y como por esa ruta que va paralela al Inn, -esa mañana crecido, torrentoso y
achocolatado- no podemos circular, cruzamos inmediatamente el río, y paralelo a
él, pedaleamos por el Gramlachweg. La llovizna se ha convertido en un velillo
frío que gotea empapando. Sobra verde en estos parajes, y los riachuelos
empedrados se convierten en rápidos alocados. Atravesamos el caserío de Urgen. Volvemos
a cruzar el Inn por el puente de madera
que nos lleva a Nesselgarten. Este puente, lleva una cubierta en carpintería,
de sólida manufactura y una luz de un arco que me recuerda otros puentes en los
confines de China. A pesar de la humedad, el paisaje es hermoso y relajante.
Los pueblitos y caseríos se enroscan entre bosque y prados, el río los une a
través de puentes grandes, medianos y pequeños, las montañas se abren en
túneles. El largo recalmón nos ayuda en el pedaleo, pero un resbalón puede ser fatal
si tenemos en cuenta la ausencia de talleres por estos lares. Poca esperanza de
ver el sol. El gris envuelve al verde, al azul tumultuoso y gris será durante
un buen trecho del camino. ©VCAweg2012
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