mercredi 12 septembre 2012

Nauders (lluvia y noche negra tempestuosa)



Al cruzar el Inn por el Martinsbruck, dejamos atrás Suiza y comenzamos a pedalear bajo una tenaz llovizna por la ruta B185 en tierra austriaca, en dirección a Nauders. Ruta con una pendiente, que si bien al seco debe ser sin respiro, mojada constatamos que era un jabón. Una curva tras un viraje, un viraje tras una curva cerrada. Por momentos, en esos virajes percibimos Martina en lontananza entre dos pinos. Un rato más tarde, y siempre bajo la lluvia, nos detuvimos frente al Alpengasthof, en el col de Norbertshöhe, a 1405 metros de altitud. Al escribir mis apuntes, me pregunto cómo logramos pedalear por ese flanco de montaña, ateridos de frío y empapados hasta el tuétano. En un recodo del puerto, un banco para los fatigados (no siendo un día de lluvia), una placa recordando a alguien cuya vida quedó allí, y sobre el pedestal Cristo, protegido de la lluvia en su altar de Madera. Al lado, una bicicleta, símbolo para aquellos que al col llegan pedaleando, y por qué no, caminando, la bicicleta a la mano. Pasado el col, comienza el descenso hacia Nauders, situado en la parte alta del valle de Stillebach. Divisamos la iglesia al fondo y el Schloss Naudersberg a la entrada del pueblo. Dos peces opuestos el uno al otro, blanco sobre rojo, rojo sobre blanco, conforman el blasón de Nauders, que entra en el triángulo de fronteras de tres banderas: Austria, Italia y Suiza, y presume de ser parte de una ruta histórica, la Vía Claudia Augusta. Poco trabajo nos dio encontrar alojo, después de haber pedaleado 61 kilómetros en una jornada “pas comme les autres”. La dueña del Haus Julia nos recibió amable y maternal. Nos dio instrucciones, de todo el confort al que teníamos derecho, y nos puso al resguardo del mal tiempo las dos bicicletas. Un baño caliente nos propició el relax para acabar con un día estresante. Bajo una ventisca y una noche negra tempestuosa, salimos como dos buhos a buscar qué comer, y no faltó lugar donde regalarnos una especialidad tirolesa con excelentes cervezas alemanas. ©VCAweg2012

Inn, Bad Inn, Eno (afluente del Danubio)


Pasada la frontera de uniforme, llegó el turno de pasar la frontera natural: el río. Y en éste pedaleo por la antigua calzada romana, será en esta frontera que digamos adiós al río cuya fuente nace a 2484 metros de altura, y que sus aguas provienen del lago de Lunghin, unos trescientos metros más arriba. Desde la salida de Imst, el Inn nos acompañó, lo bordeamos, lo cruzamos, lo fotografiamos y hasta con sus aguas nos bendecimos, como hacían los romanos en el faenar entre Imst y Nauders, cuando los carruajes hacían la ruta entre Ostiglia y Donauwörth. Eno en romance, Inn en alemán, el río atraviesa los abruptos parajes alpinos de la Engadina en Suiza, corre libre por los valles que forma en la region austriaca del Tirol, serpentea regiones bávaras, se hace alimentar por el Salzach que hace oficio de frontera entre Alemania y Austria, y se entrega en cuerpo y agua al Danubio a la altura de Passau. ©VCAweg2012

El “grenzübergang” de Martina (Suiza)


La goulash del Pfundser Stüberl cumplió su objetivo energizante: ayudó a cambiar nuestro ritmo de pedaleo. Saliendo de Pfunds al sur del Bad Inn también percibimos una ligera mejoría del tiempo. El paisaje en el valle del Inn no varía mucho cuando de verde se trata. Campos laborados, bosques, sub-bosques y el sendero siguiendo la línea del río, unas veces a ras de sus orillas, otras a unas centenas de metros. Pasamos de largo Vorderrauth y Hinterrauth, y seguimos hasta Schalkl. Aquí se acaba la B180 austriaca que da paso a la ruta 27 en territorio suizo. En lo adelante, la Claudia Augusta contorneará el Eno del lado helvético. Existen fronteras y muchas de ellas como fantasmas en medio de rutas y senderos. Somos “ciclistas sin fronteras” aunque para pasarlas tengamos que llevar consigo los documentos que nos permitan pedalear sin angustias. Pasamos el “grenzübergang” entre Austria y Suiza, desolado. Bandera austriaca y de la Unión Europea. La suiza ausente, quizás temerosa de mojarse. Y en el puesto fronterizo fantasma comenzaron a caer gotas como casquillos de bala. Uffff-Ufff, suspiró el lugarteniente. Meeeerde, vociferó el capitán. La Gazelle y la Gitana se miraron, y yo le escuché decir a una de ellas, “estos dos están locos”. En esta locura alpina, mojados, resfriados y fatigados, confundimos caminos con autopistas y carreteras con senderos. Lo mismo entrábamos a un tunel prohibido a los ciclistas que despreciábamos la ruta indicada en la también mojada guía Bikeline. El pasaje suizo de la Claudia Augusta terminó en la Engiadinalaina S.A., una sociedad maderera en el mismo borde del Inn, y en el puesto fronterizo de Martina, ésta vez nada fantasma, con aduaneros de carne y hueso que hablaban entre ellos sin apenas mirar a quienes pasaban de un lado a otro. De hecho, los únicos transeúntes a las 15h42 de una media tarde aniquilada por la lluvia, éramos nosotros.  ©VCAweg2012

De Tössens à Pfunds

Tössens lo encontramos (y Tössiendo!), unos cuatro kilómetros más adelante. Y tosiendo llegamos al dificilísimo Tschuppbach, no solo difícil de pronunciar, también triste y mojado, después de, una vez más, haber cruzado el Inn. En Schönegg y Stein, las condiciones climáticas no habían cambiado. Pero cómo puede vivirse con piel de rana toda la vida? El Inn sigue siendo el mismo aunque en las cercanías de Stein (sin María), el susodicho río se convierte en Bad Inn. Quedamos perplejos con el cambio. Y vuelta a pasar, -aquí revuelto y caudaloso, el inacabable Inn, para atravesar María Stein. Camino húmedo oliendo a pino mojado, entre el verde intenso del bosque y el ronroneo del agua apresurada buscando una salida. Al llegar a Pfunds, exhaustos, buscamos donde tomar o comer algo caliente. Pedaleando un poco parqueamos las bicicletas frente a un Café que anunciaba cervezas y radlers, pero para alcoholes no estábamos, quizás un ron con miel y limón, pero eso era mucho pedir. La terraza del Café Pfundser Stüberl estaba fría y toda mojada. Intimidados por el silencio y goteando, entramos en el pulcro salón donde en una esquina sobresalía una antigua calefacción, típica de la Baviera y el Tirol. Como ya no servían almuerzo a esa hora de la tarde, y al vernos titiritando y tullidos de frío, nos ofrecieron una sopa al estilo húngaro, y qué delicia aquella goulash, caliente, al punto de que podia resucitar un muerto, y muertos, evidentemente, lo estábamos nosotros. ©VCAweg2012

Prutz & Ried im Oberinntal



Por qué no crece el marabú en estas recónditas regiones?, se me ocurre pensar-preguntarme, cuando veo la riqueza agrícola de estos países, y me traslado a la Isla, con una agricultura pésima y los campos invadidos de marabú. Y sigo rodando, a cierta distancia del lugarteniente Wakim que va cantando todos los estribillos que de memoria conoce. La Pontlatzstrasse nos lleva a otro puente de hierro que nos permitirá cruzar el Inn, el puente de Prutz, que lleva primeramente al gasthof Post-Prutz, sitio de reposo y “posta restante” desde la época carolingia. El pueblito atravesado por la vía romana fue tomando importancia en el territorio. Atravesamos Prutz envueltos en una bruma blanquecina, y los edificios aparecían y desaparecían como por arte de magia. Y de la bruma pasamos a la fría llovizna, “tiempo de perros” le grité al ingeniero, que cubierto con su capa negra y amarilla, no me oyó. Al entrar en Ried apretó la lluvia, y en lugar de buscar abrigo, seguimos rodando, como rodaban las gruesas gotas al caer sobre el casco, saltar al impermeable y hacer maromas en el manubrio, helado como un congelador. St Christina vio pasar dos ciclistas a 75 km/hora, no tanto por la fuerza en el pedaleo, sino porque las ruedas resbalaban en lugar de rodar. La humedad iba penetrando por los brazos y piernas y se instalaba en los desamparados pulmones. Tres flechas nos señalaban tres caminos a tomar. De Landeck veníamos. Steinbrücken del otro lado del río, y necesitábamos una barca. Kläranlage, granja lechera, estaba a medio kilómetro, pero, y Tössens? ©VCAweg2012

Spanischer Erbfolgekrieg / Napoleonischer Krieg



Neuer Zoll es un caserío de viviendas diseminadas entre el valle semiboscoso y la curva del Inn que imita una gaviota en vuelo a Niedergallmigg. La vía para ciclistas va paralela a la B180, una autopista a la que se le conoce como la Reschen strasse. Un puente de hierro pone fin a la vía ciclable, y nos invita a pasar a la otra orilla del río. La obra de ingeniería no es otra que el Pontlatzbrücke, construido en 1899 por la constructora vienesa Waagner, y hoy clasificado como patrimonio. Al llegar a la otra orilla, un monumento salta a la vista. Sobre una instalación rocosa, un águila en bronce extiende las alas, el pico agresivo, las patas apoyadas sobre la lanza que porta un estandarte. En la parte inferior, también en bronce, una madonna un niño cargado en su regazo. Voilà, la imbricación de lo militar con lo religioso sentimental. Le siguen dos años inscriptos también en bronce sobre la piedra; 1703-1809. Y más abajo aún, arrente al suelo, una placa con una inscriptión en alemán, sabe Dios queriendo decir qué cosa! Sólo una palabra que intercalamos con los dos años, nos sugirió el porqué del monumento, la palabra en cuestion “krieg”, y es que estábamos en un sitio donde la guerras enfrentaron a españoles, austriacos, franceses y bávaros. La guerra de Suceción por la corona española en 1703, y las guerras napoleónicas, en este punto, la guerra de la quinta coalición en 1809, que terminó con la firma del tratado de Schönbrunn. Las guerras ocuparon nuestra conversación todo el tramo entre el monumento y la capilla de Tullenerfeld. La Pontlatzstrasse sumida en la bruma nos hizo poner atención al pedaleo, ya casi a las puertas de Prutz. ©VCAweg2012 

Truenos, lluvia y humedad (de Zams à Nesselgarten)


Tronó toda la noche. Truenos secos, desgarradores. Y amaneció, no lloviznando, sino lloviendo. Pedaleando, un amanecer húmedo y lluvioso no da mucha esperanza al bicicletero. La buena digestión de la carne de jabalí en su jugo y rociado de frutas rojas, de la noche anterior, animó al estómago a solicitar un buen desayuno, tomado en compañía de un grupo de “randonneurs” que se mojarían como nosotros. Emprendimos la nueva etapa en la misma calle, la Hauptstrasse, y bajo la pertinaz llovizna, y los varios recalmones, dijimos adios a Zams y atravesamos Landeck con la humedad instalada en nuestros cuerpos. A pesar de la bruma, logramos ver el castillo de Landeck desde la Malserstrasse, y como por esa ruta que va paralela al Inn, -esa mañana crecido, torrentoso y achocolatado- no podemos circular, cruzamos inmediatamente el río, y paralelo a él, pedaleamos por el Gramlachweg. La llovizna se ha convertido en un velillo frío que gotea empapando. Sobra verde en estos parajes, y los riachuelos empedrados se convierten en rápidos alocados. Atravesamos el caserío de Urgen. Volvemos a cruzar el Inn por el puente de madera que nos lleva a Nesselgarten. Este puente, lleva una cubierta en carpintería, de sólida manufactura y una luz de un arco que me recuerda otros puentes en los confines de China. A pesar de la humedad, el paisaje es hermoso y relajante. Los pueblitos y caseríos se enroscan entre bosque y prados, el río los une a través de puentes grandes, medianos y pequeños, las montañas se abren en túneles. El largo recalmón nos ayuda en el pedaleo, pero un resbalón puede ser fatal si tenemos en cuenta la ausencia de talleres por estos lares. Poca esperanza de ver el sol. El gris envuelve al verde, al azul tumultuoso y gris será durante un buen trecho del camino. ©VCAweg2012