Tronó toda la noche. Truenos secos, desgarradores. Y
amaneció, no lloviznando, sino lloviendo. Pedaleando, un amanecer húmedo y
lluvioso no da mucha esperanza al bicicletero. La buena digestión de la carne
de jabalí en su jugo y rociado de frutas rojas, de la noche anterior, animó al
estómago a solicitar un buen desayuno, tomado en compañía de un grupo de “randonneurs”
que se mojarían como nosotros. Emprendimos la nueva etapa en la misma calle, la
Hauptstrasse, y bajo la pertinaz llovizna, y los varios recalmones, dijimos adios
a Zams y atravesamos Landeck con la humedad instalada en nuestros cuerpos. A
pesar de la bruma, logramos ver el castillo de Landeck desde la Malserstrasse,
y como por esa ruta que va paralela al Inn, -esa mañana crecido, torrentoso y
achocolatado- no podemos circular, cruzamos inmediatamente el río, y paralelo a
él, pedaleamos por el Gramlachweg. La llovizna se ha convertido en un velillo
frío que gotea empapando. Sobra verde en estos parajes, y los riachuelos
empedrados se convierten en rápidos alocados. Atravesamos el caserío de Urgen. Volvemos
a cruzar el Inn por el puente de madera
que nos lleva a Nesselgarten. Este puente, lleva una cubierta en carpintería,
de sólida manufactura y una luz de un arco que me recuerda otros puentes en los
confines de China. A pesar de la humedad, el paisaje es hermoso y relajante.
Los pueblitos y caseríos se enroscan entre bosque y prados, el río los une a
través de puentes grandes, medianos y pequeños, las montañas se abren en
túneles. El largo recalmón nos ayuda en el pedaleo, pero un resbalón puede ser fatal
si tenemos en cuenta la ausencia de talleres por estos lares. Poca esperanza de
ver el sol. El gris envuelve al verde, al azul tumultuoso y gris será durante
un buen trecho del camino. ©VCAweg2012
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