dimanche 16 septembre 2012

La guerra es un ángel… (frente a un águila)

Conozco las guerras, sólo de nombre y por la historia. Unas me tocan más que otras, por sentimientos, por ira, por aquellos que las hicieron, empujados por el deber, por obligación, que no volvieron o que regresaron trayendo consigo las secuelas de los días terribles de los conflictos. La calzada romana, original o no, atraviesa territorios donde las guerras se sucedieron, truncando vidas, cambiando hábitos, costumbres, dialectos y fronteras. Reinos e imperios, tierras y poblaciones. Tanto la primera como la segunda guerra mundial, me tocan sobremanera. Feltre comenzó a declinar desde la caída del Imperio romano de Occidente, y en el siglo XX sufrió los avatares de esas dos guerras. Sobre los muros y fachadas feltrinas se recuerda a los caídos, a los desaparecidos, a los asesinados durante los conflictos. En una calle sobre una pared, un monumento hace honor al valor de los militares  durante la primera guerra. Un águila en bronce, una placa en mármol, y sobre la placa, una inscripción con letras también en bronce. Desde una cierta posición, el águila me miró con una tristeza profunda, y de frente al monumento, sentí su mirada pérfida, rencorosa. Es el rencor que dejan las guerras. Las insatisfacciones, me dije, y recordé aquel poema que inicia mi cuaderno “Espacio para pensar en gris”

“La guerra es un ángel si al final reparte pan a todos”

La guerra ha quedado encinta por última vez
                                         sentada
en el comienzo gris de una batalla
frente al hito que marca
lo fiero de su muda estructura.
Un suspiro vestido de hombre
se ha quitado la chaqueta
                          el bastón lo ha tirado
y con las manos de sombrero
se ha puesto a llorar sin temor
en lo oscuro de un café servido en una tina.
Una mujer
en el estropeado corretear de las danzas
                 vuelve la cabeza a medias
jugándose un dolor de semillas viejas,
                    sube en cada paso y canta dormida
                              sobre un tablero de ajedrez, quizás
                              sobre una cuadra de caballos ángeles,
                    mide la abundancia con colores enfermos
recoge una línea que demarca la ansiedad
              y rompe una nota de su garganta
capaz de matar los brincos nacidos en marzo.
Los niños calzan un número gigante
                y duermen acostados en el zapato,
su único pie ligero
                       le sostiene los dolores en una pena
                   arman el bullicio atravesado por lanzas
                y lamen su pie
su único pie ligero.
El hombre vino a morder su siesta
cuando la mujer daba el pecho a las golondrinas,
los niños no despiertan en el aire
porque danzan con alas felices.
La guerra pare conflictos y quejidos
                  es una madre vergonzosa
                  se moja en cada aguacero de sueños
               y tiñe de rojo cada sabor a muerte.

                                                                    Santa Clara, 1983
                                                                                                      
Confundí la tristeza profunda del águila con los ojos vidriosos de una paloma herida en una plaza de Richelieu. El águila desvió la atención, miró a la izquierda, yo le di la espalda y seguí buscando la paz en otra callejuela de Feltre. ©VCAweg2012 

Feltre tarde-noche


Una vez instalados en el Dolomiti, y restablecidos del cansancio en gran parte gracias a la magia de un baño reposante, decidimos quedarnos a cenar en Il Sole di Napoli, el restaurant pizzería situado en la planta baja del Albergo, pues la experiencia de buscar y no encontrar dónde comer en pueblos moribundos, y terminar comiendo cualquier cosa, nos ha tocado duro. Setenta y cuatro bornes pedaleadas merecen una cena reconfortante. Terminada la cena, una caminata al centro no era mala idea, pues en estos pueblos, lo que nunca cierran temprano son las heladerías. Helado y curiosidad urbana se dieron la mano y descubrimos un Feltre nocturno (digamos noche temprana) en movimiento, llenos de bares y terrazas colmadas. Digamos también que el tiempo era una bendición. Como el alcohol, que sea vino o cerveza, tiene lugar obligado en la cena, no tenemos costumbre de realcoholizar el espíritu haciendo “bares y cantinas” pues al siguiente día, el pedaleo y la resaca no hacen buena liga. Sin embargo, helados, todos son bienvenidos.
La promenade por Feltre, entre dos luces, la luz crepuscular y la luz de los faroles públicos, creaba un ambiente de visita espectacular. El centro histórico, con sus vetustos inmuebles, soportales con arcadas, y columnas robustas, piedras nobles y galerías abovedadas con frescos, balcones y vitrales.    

Busqué la iglesia de los santos Roque y Sebastiano, pero mi búsqueda fue infructuosa. San Giovanni Nepomuceno se me apareció en una calle sin nombre, y por ella seguimos leyendo en los muros, leyendo placas que evocan la historia de Feltre durante los dos conflictos mundiales. El gran burgo que es Feltre, lleno de palacios y una abundante arquitectura religiosa, sufrió los desmanes de la guerra y su población no escatimó sacrificios en la resistencia partisana. Al término del segundo gran conflicto, la ciudad fue honorada con la medalla por el valor militar. ©VCAweg2012

Llegada a Feltre


Dejamos Santa Lucía por la SS50 que es también la vía Culiada, en sus inicios bordeamos el torrente Stizzon y de pronto se nos pierde de vista el pedazo de azul. Culiada es una vía tranquila que primero entra en la ciudad y a cada rotonda cambia de nombre, de manera que seguimos por la Dante Alighieri y luego por la vía Rizzarda. Al término de ésta, se encuentra el Albergo Dolomiti, dirección a la que llegamos siguiendo la recomendación de una pareja de feltrinis, muy gentiles, a los que interpelamos próximos al casco viejo de la ciudad. Al Dolomiti se llegaba a pie en diez minutos, fuera del centro, pero lo importante era garantizar alojarnos. Comenzaba a oscurecer, y cuando no se tiene el techo seguro para hacer etapa, los nervios comienzan a parpadear. Nos recibió una empleada gentilísima cuyo rostro y porte encajaba bien con la vieja instalación hotelera ajena a toda modernidad. Yo diría un hotel embrujado con colores raros y escaleras solitarias y hasta pensé que en la noche alguna cadena se arrastraría hasta la puerta de mi habitación. Tampoco creo que alguna cadena pudiera ser más fuerte que el estropeo de los 74 kilómetros recorridos desde nuestro départ de Caldonazo. ©VCAweg2012

Santa Lucía (Seren del Grappa)


Con Arten, nos despedimos de la comuna de Fonzaso y entramos en un nuevo horizonte geográfico: Seren del Grappa, comuna grandemente castigada durante los dos conflictos mundiales. Terminada la vía Nuova, la carretera pasa a llamarse como el caserío que no tardaremos en atravesar: Santa Lucía, que se pasa en un abrir y cerrar de ojos, y en ese parpadeo nos detenemos en su pequeña iglesia, perteneciente a la parroquia de Caupo. Santa Lucía y Caupo. Frazione, caserío, parroquia, a veces no entiendo nada, y justo cuando el pedaleo es abundante en kilómetros me suele suceder. El edificio consagrado a Santa Lucía, no sé si es una capilla grande o una iglesia pequeña. Pienso en mi madre que cuando comenzó a perder la visión, le rogó infinitamente a la Santa que le ayudara a recuperar la vista. La puerta cerrada a cal y canto. La luz natural persiste a esa hora de la tarde e incide en el amarillo del templo. De haber estado abierta la iglesia, hubiera comprado una estampilla… ©VCAweg2012

San Nicolo & San Gottardo (Arten)


A poco de pasar el capitello, a escasos 50 metros, una vieja iglesia se yergue a nuestra derecha, dejando ver los montes azulados por su sencilla espadaña. Cerrada y sin nombre de consagración, sería San Nicolo?, nunca supe, pero su factura rústica me empujaba a pensarlo. Por el muro en piedras dedujimos que el edificio pertenece al cementerio, el de Arten, y cuya entrada principal está en la carretera provincial. Pedaleamos por la vía San Nicolo, que nos lleva a Arten, pueblito “frazione” de Fonzaso. Una triple bifurcación nos pone en alerta y apareció San Nicolo para decirnos, es por mi camino. Eso hicimos y rodamos tranquilamente, primero por Tiol y luego por la vía Nuova que atraviesa Arten. En la calle Nuova se levanta la iglesia de San Gottardo. Un edificio que con las épocas y los años, y los va y viene de curias y clérigos, se fue transformando de capilla rústica en iglesia parroquial y sufrió las consecuentes expansiones que trae consigo el aumento de las poblaciones y las realidades sociales por las que atravesaban. La planta en cruz, San Gottardo se diferencia de otros edificios religiosos encontrados en el camino. La fachada es poco visible por el alto soportal con tres arcadas que le da cierta protección. Adosada a la izquierda del portal, la torre es de poca talla y sencilla, la cúpula de gajos es octogonal y está cubierta de una aleación de estaño y latón. ©VCAweg2012

Vía Madonna Prima (II)


Luego de haber pedaleado por el camino, ahora sin granjas ni habitaciones, puro campo invadido por cuervos buscando qué comer y frondosos castaños sombreando los prados, llegamos al punto donde finaliza la vía Madonna Prima. Y cuál no sería nuestra sorpresa al vernos a la entrada de otro capitello. Falto de indicios, me puse a atisbar el capitello. En aquel punto terminaba la vía Madonna Prima para dar comienzo a la vía San Nicolo. A cuál de los dos estaba dedicado el capitello? El sitio era comienzo, o término de una de las de las dos vías? Pero cuál? Acechando por entre los trabajos de hermosa herrería de la puerta, no encontré a San Nicolo en su interior, pero sí una pintura enmarcada con la Virgen, el Niño en sus brazos, escoltada por dos angelitos. Como fondo sobre la pared, una capa pintada de azul en alusión al manto celestial. Colgando desde el techo, a cada lado del manto, dos lámparas plateadas que en un principio me parecieron incensarios, y en cada pie de amigo del cual cuelgan las lámparas para gruesas velas, un rosario. En su exterior, el capitello, igual estilo que el que anteriormente habíamos pasado, a diferencia de la puerta de éste, con su delicada factura y la austeridad del diseño, rectilíneo y sin grandes ornamentos. Difería también, la planta hexagonal del capitello y las ventanas, dos grandes de media circunferencia y dos cuadradas pequeñas, todas en armonía con las molduras exteriores. La cubierta de tejas, las columnas de soporte y el banco para orar, al idéntico. Casi cinco y media de la tarde y nosotros sin una vaga idea de dónde alojarnos en Feltre. ©VCAweg2012

Vía Madonna Prima (I)


…y las enfermedades, como la gripe española que al finalizar la guerra grande se llevó a la tumba más de trescientos fonzasinos. Fonzaso sufrió igual los embates de la segunda guerra, y ocupó un lugar de mérito en la resistencia antifascista, durante el periodo de ocupación. Un pueblo para hacer etapa, -me dije, pero Feltre nos esperaba unos kilómetros más adelante. El sol calentaba todavía al final de la tarde y el cielo se mantenía despejado. A Feltre podíamos llegar por la carretera provincial (SP12) en poco tiempo, pero nada como pedalear por caminos y senderos abundantes en sensaciones. San Micel es un restaurante insertado en el “agriturismo” donde, con los ojos cerrados, se puede comer sano y sobre todo local. El restaurant está situado en la bifurcación de la SP12 y la vía Madonna Prima. Enrumbamos por la vía que se desplaza entre pequeñas granjas, sembrados y el hábitat de una paisanería que yo pienso feliz. Ambiente rural en un camino periférico del pueblo. Aires urbanos al interior de la ruralidad. Casas confortables, con huertas, jardines, perros ladrando, gatos a la caza de un lagarto, casas anunciando el label “agriturismo” (B&B) y todo en la estrechez limpia de la vía. La curiosidad en esta vía-camino-sendero-atajo la descubrimos cuando persuadidos que íbamos a entrar pedaleando por el portón de una propiedad privada, nos dimos de bruces con el “capitello Madonna Prima”, al cual hay que entrar por su abierto portillón para continuar por la vía. El capitello dedicado a la Madonna Prima me trasladó indistintamente a otros sitios, a China, a granjas en Francia y en Bélgica, e increiblemente, a algo así como un peaje, por el que te ves obligado a pasar. Abunda en Italia el neoclásico, y en este estilo arquitectónico fue concebido el capitello. La capilla es un círculo achatado y más alargado en sus laterales, dotados de sendas ventanas en semicírculo protegidas por una marquetería con cristales. Una cornisa corrida bordea toda la capilla y en la fachada sobre la puerta de hierro para pasar al interior del capitello, un tragaluz del cual nace en su vano superior un rostro esculpido del cual solo se percibe la nariz y los ojos y a cada lado un cuerno de la abundancia. Le sigue una inscripción en latin que dice más o menos “santa madre levantada en un coro celestial de ángeles”, y aún por encima un pequeño frontispicio triangular. La cubierta del capitello, en carpintería y tejas, se extiende como un voladizo y reposa sobre dos gruesas columnas unidas en la parte baja por un muro y una plancha fina a vocación de banco para orar. Del techo en mitad de la vía pende una lámpara. Para no dejar a media la curiosidad, husmeé por las aberturas de la puerta de hierro y pude ver en su nicho celestial a la Madonna prima, de hermoso rostro angelical.   ©VCAweg2012

Fonzaso


Seguir la ruta significa volver a cruzar el torrente Cismon, el término torrente de hecho da miedo, por aquello de torrencial cuando nos referimos a un aguacero gordo y sin fin. Sin embargo, todos los torrentes que hemos cruzado, bordeados o evitados parecen riachuelos inofensivos, pedregosos y de poco lecho. El Cismon es límpido y pueden verse las piedras del fondo y las plantas acuáticas despeinadas por la tímida corriente. En muchos tramos, el cauce casi seco, forma arenales e ilusorias playas donde campan bañistas. Miedo sólo hay que tenerle a un torrente cuando hay crecidas, porque arrastra toda la furia acumulada en tiempos de seca. Entramos a Fonzaso por la carretera donde está emplazado el cementerio. El pórtico de hierro estaba abierto, y al fondo está situado el edificio que reúne administración, nichos y capilla religiosa. La fachada con frontispicio en semicírculo armoniza con sendas alas portaladas y amplias aberturas en arco. Adosados a los muros, panteones y lápidas. Pedaleando por la vía Zucco fuimos directamente al centro de Fonzaso. En la plaza Colao, el edificio del Municipio y detrás la iglesia parroquial de la Natividad Feliz de María. Como poco habitual, la iglesia estaba abierta, así que decidimos echar una ojeada a su patrimonio interior. Dos magníficos retablos del siglo XVII, uno representando la Lamentación y el otro la Anunciación. Dos santos desconocidos, San Vittore y San Corona, esculpidos por el italiano Francesco Terilli, también en el siglo 17. El edificio original, datando del s.XIII fue destruido por un incendio en 1581, y el actual fue levantado en 1610. Su estilo neoclásico lo adquirió con la última restauración a principios del siglo XX. Esbelta torre también neoclásica, con un detalle, la cornisa en el nivel que precede al campanario y los balaustres que dan un aire de balcón a las ocho ventanas donde se sitúan las campanas. En la base de la torre, una placa recuerda el primer conflicto mundial y su repercusión en Fonzaso, cuando los alemanes desmontaron los bronces sagrados para fabricar armas. Ah, la expoliación, la guerra, las guerras, que nunca cesan en este mundo…©VCAweg2012

Agana y Frassenè

La localidad de Agana, adosada al pie de un monte, hace parte de la comuna de Fonzaso, como también Fressene. La ruralidad en esta zona hace que las viviendas estén diseminadas en la franja llana entre el monte y el torrente Cismon. Denominada “chiesetta” di Agana, la iglesia, de pequeño volumen, está dedicada a Nuestra Señora de Lourdes, y fue construida en 1957. La fachada de bajo puntal tiene el pórtico en su centro y encima una estatuilla de la virgen de Lourdes. Liso frontispicio coronado por la cruz, y lo más sobresaliente, su fina torre que se eleva al cielo en seis partes, la base con la puerta, dos niveles de altura diferente, hasta aquí las líneas austeras, convencionales, le sigue el campanario abierto con arcadas entre columnas sin encanto con capiteles de alguno de los tres órdenes griegos. Encima del campanario, un nivel más reducido dotado de ocho ventanas con arcos, y al final, una aguja modesta revestida de planchas de metal, que la luz hace brillar. En lo alto, la cruz pararrayos. Tiempo hacía que no nos tropezábamos a Cristo en el camino. Agana muestra el dolor de la crucifixión a la salida del caserío. Un altarcillo de madera y metal, con una ofrenda de flores, ya mustias por el tiempo. Nada particular al atravesar Frassenè, situadas sus casas al borde del torrente. ©VCAweg2012