Frontera y pequeño burgo con vocación a la
hospitalidad, desde la Edad Media, Primolano fue sitio de un hospicio para peregrinos
y viajeros. San Bartolomeo, patrón de los hospicios y hospitales estuvo ligado
al lugar, y la iglesia bajo su patronato fue consagrada en 1506. El tiempo y
cierto abandono la fueron destruyendo, reconstruida y reconsagrada varias
veces, el templo volvió a construirse entre 1899 y 1912, y definitivamente
consagrada a San Bartolomeo en 1913, dos años antes de la entrada de Italia en
la primera contienda mundial.
La iglesia está en la vía Per Belluno, y es paso
obligado en la travesía del pueblo. De factura neoclásica, la fachada austera
deja a la vista cuatro columnas entregadas sobre las que descansa un
frontispicio triangular que oculta la cubierta tejada de la nave. Sobre la
fachada, situados en sendas urnas descubiertas, a un lado, San Bartolomeo y al
otro, una estatua del milagroso
Saint-Roch, el perro echado a sus pies, el pan en sus fauces. San Roque es co-patrón
de Primolano. A la vista de la iglesia abierta, entramos para echar una ojeada
a la nave. En medio de uno de los dos altares en madera construidos en el siglo
XVI, está situado el santo con su perro. Una talla de madera policromada que lo
muestra con la concha de Santiago sobre su capa, vestido de peregrino,
enseñando su bubón en el muslo izquierdo. Frescos en el techo abovedado del
ábside, la luz entrando por ventanas altas en sus laterales. Al salir, dediqué
unos minutos a curiosear la factura de la torre, revestida con lajas, pero lo
que llama la atención es su cúpula sobre el nivel del campanario, una aguja,
rojiza por las piezas de barro incrustadas en su estructura, y rematada en
forma de mano de mortero (en mármol?) soportando la cruz-pararrayos. ©VCAweg2012
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