dimanche 16 septembre 2012

Feltre tarde-noche


Una vez instalados en el Dolomiti, y restablecidos del cansancio en gran parte gracias a la magia de un baño reposante, decidimos quedarnos a cenar en Il Sole di Napoli, el restaurant pizzería situado en la planta baja del Albergo, pues la experiencia de buscar y no encontrar dónde comer en pueblos moribundos, y terminar comiendo cualquier cosa, nos ha tocado duro. Setenta y cuatro bornes pedaleadas merecen una cena reconfortante. Terminada la cena, una caminata al centro no era mala idea, pues en estos pueblos, lo que nunca cierran temprano son las heladerías. Helado y curiosidad urbana se dieron la mano y descubrimos un Feltre nocturno (digamos noche temprana) en movimiento, llenos de bares y terrazas colmadas. Digamos también que el tiempo era una bendición. Como el alcohol, que sea vino o cerveza, tiene lugar obligado en la cena, no tenemos costumbre de realcoholizar el espíritu haciendo “bares y cantinas” pues al siguiente día, el pedaleo y la resaca no hacen buena liga. Sin embargo, helados, todos son bienvenidos.
La promenade por Feltre, entre dos luces, la luz crepuscular y la luz de los faroles públicos, creaba un ambiente de visita espectacular. El centro histórico, con sus vetustos inmuebles, soportales con arcadas, y columnas robustas, piedras nobles y galerías abovedadas con frescos, balcones y vitrales.    

Busqué la iglesia de los santos Roque y Sebastiano, pero mi búsqueda fue infructuosa. San Giovanni Nepomuceno se me apareció en una calle sin nombre, y por ella seguimos leyendo en los muros, leyendo placas que evocan la historia de Feltre durante los dos conflictos mundiales. El gran burgo que es Feltre, lleno de palacios y una abundante arquitectura religiosa, sufrió los desmanes de la guerra y su población no escatimó sacrificios en la resistencia partisana. Al término del segundo gran conflicto, la ciudad fue honorada con la medalla por el valor militar. ©VCAweg2012

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