Los caminos a veces no llevan a donde nosotros
vamos. Las curvas del torrente Sonna, la línea del ferrocarril, la carretera
SR348 y la “circonvallazione” nos ponen zancadillas que hay que saltar sin
saber si el punto de caída es el que necesitamos. Con Cavour, Troiol y San Paolo
no logramos ponernos a salvo, y al vernos en un camino sin salida oficial
decidimos seguir hasta que Dios quisiera (siempre Dios para estas decisiones!)
o hasta que el sendero quisiera. Atravesando terrenos privados, logramos llegar
a otra vía donde se extiende el núcleo semi urbano de Anzù. De Vigne Basse saltamos a Sot le
Vigne. Una señora que jardineaba nos aseguró que estábamos en la buena vía para
llegar al Santuario, pero de santuario ni hablamos ni preguntamos. La mirada
felina de su gato, un roucan presto a dejarse fotografiar, me hizo pensar en
nuestra Meiko-san, negra, intrépida y aventurera. Finalmente encontramos una
escapatoria a nuestro encierro entre viñas. Pasamos bajo el puente ferroviario,
y el GPS comenzó a funcionar nuevamente: pedalear por la vía Sugher hasta la
Viale Santi Vittore e Corona. Un edificio religioso se nos aparece a la
izquierda. Inmueble de factura reciente, muros enchapados en piedra, torre
campanario con cubierta como la nave de la iglesia (evidentemente, se trataba
de una iglesia, pero cuál?, no vi el mural informativo, y a quién está
consagrada no lo tuve en cuenta), planchas metálicas rojas. Todavía andábamos
por Anzù. Y me dio por pensar que estábamos atados a un Anzù-elo del que no
escaparíamos aquel día. ©VCAweg2012
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