Stava
estaba durmiendo ese final de tarde septembrina cuando nos detuvimos frente a
su iglesia Notre Dame, levantada a orillas del Adige. La iglesia dedicada a
María, es de líneas austeras, con una nave principal cubierta de tejas, adosada
de un sencillo campanario. Marcaba el reloj las seis y ocho minutos. El sol,
aunque alto, iba languideciendo. Ante la imposibilidad de alojarnos en Stava,
decidimos pedalear hasta Naturno. Saliendo de Stava, en un flanco del monte, a
1000 m de altura, se cuelga el castillo Juval. Naturno, que yo por el cansancio
mal llamaba Saturno, -quizás porque Naturno me parecía lejano como el planeta-,
y cuyo blasón presenta un triángulo
amarillo oro sobre fondo azul, es largamente germanófona, y nos dimos cuenta de
inmediato cuando encontramos una pensión modesta con vocación a alojar
jóvenes y estudiantes. El hecho de no
ser, ni jóvenes ni estudiantes, y creo que sí aguerridos bicicleteros, no
impidió que nos recibieran gentilmente, explicando las reglas en la lengua de
Goethe. Las bicicletas quedaron aparcadas en el patio, subimos las alforjas al
último piso de la pensión y organizamos la estrategia de sobrevivencia: ducha
reposante, cena reconfortante y despegue nocturno para descansar en el planeta
lejano. ©VCAweg2012
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