vendredi 14 septembre 2012

Départ de Naturno


La cena naturniana acabó cuando ya las estrellas titilaban en el techo infinito. El camino entre el restaurant y la pensión fue como cada noche, un resumen de la jornada dando pedal. Desde que comenzamos a rodar en la mañana, hasta que aparcamos las bicicletas en el patio de la pensión, habíamos contabilizado 75,76 kms, cantidad necesaria para caer como plomo sobre la cama, y sin necesidad de un sonnífero por minúsculo que fuera. No obstante, cuando puse la cabeza sobre la almohada, se me agolparon juntos los carteles que anunciaban Sand, Ciardes, Colsano y Castelbello, y todo por la rueda dentada color rojo que aparece en cada una de las vallas. La rueda dentada se puso en movimiento y yo caí en un profundo sueño, inalterable, plano y duradero hasta las siete de la mañana, cuando ya el sol comenzaba a iluminar los montes. Divisé el bulbo rojo que corona el campanario blanco de St. Zeno, y Naturno me pareció como un lugar perdido del que me costaría trabajo escapar. Y no por el copioso desayuno de la pensión, que tomamos con deleite. Desperté completamente de ese mal sueño de vallas anunciadoras y se puso en marcha otra nueva etapa por la calzada romana. Los Alpes comenzaban a brillar cuando el sol los aguijoneaba con sus rayos. Montamos sobre la “gazelle” y sobre la “gitane” y no sé de qué manera volteamos el mapa de Naturno que pasamos frente a St. Zeno, divisamos el castillo Hochnaturns, una propiedad privada que no se visita, y descubrimos la iglesia de San Procolo, edificio del carolingio románico, construido sobre las ruinas de una casa de principios del medioevo.
El GPS nos sugirió acercarnos a la estación de trenes de Naturno, la Via San Procolo, como la más simple para salir de la trama urbana y bordear el río por la senda norte que allí está señalada como Via Flora Gustav. El Adige corría impetuoso compitiendo con nuestro correr por la ruta que lo bordea. Balada matinal que se confundía con un paseo a la espiritualidad, acompañados por la transparencia verdegris del Adige, a un lado, y del otro, chopos y abetos vestidos con el verde de un casi final de verano. ©VCAweg2012

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