Siguiendo
la lógica rutera, de Lagundo teníamos que buscar la calzada original, una
strada, un camino, una carretera, un sendero, cualquier vía que nos encaminara
a Marlengo, buscando la manera de evitar la travesía de Merano. Y como el que
no quiere caldo, tres tazas!, entramos en la ciudad. Claro que podíamos evitar
Merano y contornearla, pero la señalización con la bicicleta verde estaba allí,
y las tres flechas indicaban pa’lante! La verdad es que todavía no sabemos
cuántas vueltas dimos para vernos pedaleando por la Via Carducci, una elegante
calle con imponentes edificios e impresionantes villas marcadas por un pasado de
estilos arquitectónicos donde se mezclan el neoclásico con el Art Nouveau y Art
Déco. El torrentoso río Passirio atraviesa Merano del nordeste al suroeste,
nace en los Alpes y vierte sus aguas en el Adige, que solo contorna la ciudad.
Merano está enclavada en el valle eminentemente agrícola, pero su economía
ancestral siempre ha sido el turismo termal. Cuando pasamos frente a la iglesia
parroquial Santa Maria Assunta ya estábamos casi en la buena dirección,
cruzamos el Passirio y rodamos buscando
el Adige que era el mejor punto de referencia. Así fue como dejamos Merano
y finalmente llegamos a Marlengo, que en realidad hacía parte del trampolín,
que junto a Cermes, nos permitía llegar a Lana. Marlengo está situado en un
valón a 363 m de altura. Pedalear era un paseo, y el aire fresco de la región
invitaban a no detenernos. ©VCAweg2012
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