Otros dos caseríos contornearemos antes de llegar a
Schönwies. El primero, Ried, es un conjunto de granjas agrícolas alrededor de
una capilla. El siguiente, Saurs, se extiende a lo largo del Inn, y en su calle
principal se levanta la Friedhof o capilla del cementerio. Schönwies no es
mucho más grande que los dos caseríos vecinos, pero presume de ser comuna y
municipio del distrito de Landeck. Con ellos comparte el hermoso panorama
alpino que le ofrece el Gran Schlenkerspitze, casi alcanzando los 3000 metros
de altura. Al pasar la señal que anuncia Schönwies, nos da la bienvenida San
Benito, protegido en una urna acristalada, y por la misma calle, una pequeña
capilla coronada por un campanario, como otros ya vistos en el Tirol. Blanca
con remates amarillo oro idéntico al de su blasón, un blasón parlante compuesto
de tres tréboles, de oro y rojo, y dividido en ángulo. En el centro superior de
la fachada de la capilla, una cruz patriarcal. La iglesia parroquial de San
Miguel es el edificio que sobresale de entre el mar de techos rojos y negros
del pueblo. La cubierta rojiza, los muros blancos y amarillo oro, como también
los ornamentos y molduras de la torre. Alta por su estructura, pero no por la
aguja, más bien modesta, encallada sobre cuatro frentes triangulares, y en cada
frente un reloj. Los cuatro relojes marcaban las 17h45, fin de una tarde larga
aún no acabada. Llegaba la hora de buscar alojo, pero no sería en Schönwies. El
tiempo presionaba, pero no pude seguir de largo al descubrir el monumento a los
caídos en la Primera Guerra, la del 14 al 18. En el mismo monumento se recuerda
a los caídos entre el 39 y 1945. Pero mi pensamiento va a la primera, aquella
que vio regresar a los cuatro hermanos Buttin, soldados que aprendieron a ser
soldados y a sobrevivir en las trincheras que se convertirían en matadero de
hombres jóvenes y viejos. ©VCAweg2012
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