Al final de ese largo martes, el pedaleo fue decisivo
para carenar en buen puerto. Granjas y tierras de laboreo, en ese término de
Schönweis que mezcla los verdes con suavidad. En medio de un terreno no
cultivado, distingo una caseta para guardar los aperos de labranza y las
cosechas de granos. Separada del suelo y en sus lados, varas puntiagudas. Me
traslado a las tierras gallegas donde el hórreo es rey en los campos y granjas.
Pero nada que ver entre la caseta austriaca y el hórreo de las comarcas
gallegas. La luz
del atardecer deja de ser menos intensa. Entre el Inn y el bosque quedan invisibles nuestras sombras. Al pie del
macizo, del otro lado del río, Starkenbach. Sobre un abrupto pico, las ruinas
del castillo de Kronburg hacen pensar a un territorio de hadas fantasmas. Subir
a las ruinas, ya atardeciendo, por la sinuosa ruta de montaña, ni que
estuviéramos locos.
Primero fortaleza en tiempos del duque Leopoldo III,
capilla, más tarde iglesia de peregrinación, con el tiempo, un monasterio al
lado de la iglesia, hoy las inquilinas son monjas caritativas. Pleitesía,
compras, ventas y prohibiciones son el resumen de siglos en este paraje del
Tirol. Creo que es mucho más hermoso ver el castillo desde abajo, e imaginar el
revolotear de los murciélagos buscando sitio entre las piedras. Kronburg dista
tres kilómetros de Zams, pueblo al que llegaremos
por el camino paralelo al Inn. ©VCAweg2012
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