En un camino como la VCA, seis
kilómetros pasan casi volando. En Nassereith volveremos a tropezarnos con el
ciclista solitario que hemos encontrado en la cornisa que bordea el
Fersteinsee. De hecho, no es americano, es canadiense, y es que al escribir la
crónica entre fatiga y somnolencia, situé al ciclista en los confines de la
bandera estrellada y no en Vancouver! Poco importa, conociéndome poco nacionalista,
me creo que lo somos del mundo, y basta! Nassereith presume de bonitas
mansiones donde cohabitan tradición y modernidad. Techos a dos aguas, balcones
floridos, el toque discreto de un fresco sobre la fachada y ese banco en madera
que empuja al reposo y a la contemplación. Nassereith, a 843 metros de altura,
con su iglesia parroquial de los Tres Reyes y gente amable queriendo ayudarnos
a encontrar la buena dirección. La torre de la parroquial luce un doble bulbo,
y entre ambos, el campanario simple. Dos vírgenes nos llaman poderosamente la
atención, las dos descalzas sobre una hipotética bola azul, -el mundo azul?,
las dos protegidas de eventuales inclemencias del tiempo, -el tiempo detenido?,
quizás, por la expresión de sus rostros, por la desenvoltura de una los brazos
cruzados sobre el pecho o por la ternura de la otra cargando al Niño Jesús. Torre
e iglesia, pintadas de un rosa pastel y ornadas con molduras de trazos
lineales. Al mirar atrás, la torre emerge de entre los techos del pueblo. Atrás
van quedando esas casonas tirolesas que en estilo emulan con las casonas
bávaras. Delante el camino se nos abre a otros pueblos y horizontes… ©VCAweg2012
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