Después de haber atravesado el Col de
Fern, acariciados por esa leve brisa que se enreda entre piernas manubrio y
pecho, se llega al paraíso lacustre de Ferstein, una pausa azul verde familiar
con niños que corretean, variedad de coníferas, runrún de piedras golpeadas por
imaginarias olas dulces y patos en comadreo a la vista de un perro sin límite
de velocidad. La señalización de la VCA encontrada al azar nos saca de dudas, o
saca de dudas al lugarteniente que no cesa de intercambiar con su aliado GPS.
Ferstein huele a lago, a madera recién cortada, y los troncos de pinos recién
aserrados nos empujan en la buena dirección. Durante un buen trecho el camino
semi boscoso nos conviene. Sigue la levedad de la brisa. El trecho es pedregoso
con ligeras subidas, ligeras bajadas, y también bajadas de la bicicleta para
atravesar un cauce seco de piedras como chinas pelonas. Un claro de helechos
amarillentos, la altura infinita de pinos desmesurados. Sin darnos cuenta el
camino nos lleva a una sorprendente cornisa, ya es demasiado tarde para volver
atrás, y si regresáramos, sería el buen camino? ©VCAweg2012
Que bello escribes, podia sentir el fresco de la ruta.
RépondreSupprimerAnónimo, gracias por el comentario y me alegra que de alguna manera la brisa aunque virtual haya surtido efecto mientras leía/pedaleaba/leía mi apunte sobre la vieja calzada romana. Gracias nuevamente, los comentarios son siempre bienvenidos y empujan a seguir escribiendo. Saludo cordial, cAc.
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