mardi 11 septembre 2012

Imst


Entramos en Imst por la calle Thomas Walch, que lleva directo a la iglesia de la Asunción, de estilo gótico tardío, edificada en el siglo XV. La misma torre puntiaguda que la parroquial de Dormitz, pero en lugar de roja, gris plomo desafiando la silueta del macizo montañoso que le da aires de tarjeta postal. Esta es la más alta torre de todo el Tirol  Tiene su encanto la iglesia, de altos y estrechos ventanales, y un friso pintado en la parte superior de los muros exteriores que conforman el edificio principal. La torre abriga el mecanismo de los cuatro relojes que marcan las horas de la eternidad a los muertos sepultados en el camposanto que rodea a la iglesia.
El título de ciudad le fue otorgado en 1898, sin embargo, desde 1282 le fue concedida la licencia de mercadeo. Su heráldica hace honor a la bandera austriaca y al estandarte tirolés, ambos pintados en una pared de la torre, que no es torre campanario, porque la campana tiene su lugar encima del techo cubierto de pizarra, sobre el edificio de la sacristía. Mientras pedaleábamos, iba imaginando Imst como si volviera allí una segunda vez. La imaginación va más de prisa que nuestra propia sombra. Y es que precisábamos encontrar un taller de reparación de bicicletas, y yo veía talleres a izquierda y derecha. Imst tiene sus calles empinadas, y por ellas fuimos subiendo y sufriendo del calor septembrino. Remontamos la Pfarrgasse. Más adelante descubrimos la Johanneskirche, y en un recodo, la estatua de un santo con un cordero echado sobre sus hombros, me pregunto cuál santo será, y solo me viene a la memoria que el cordero es un símbolo cristiano, legendario desde el primer siglo. Dejando atrás el centro, las calles se animan, el sol comienza a quemar, los comercios reabren, y por fin nos tropezamos el taller de reparación de bicicletas, que será, mientras la Gitane se hace vestir una nueva parrilla, el reposo que necesitábamos. ©VCAweg2012

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