Dormitz
se percibe como una mancha semiurbana entremezclada de verdes y campos
laborados. No es pueblo, tampoco es caserío, aunque lo fuera antes de convertirse en parroquia de
Nassereith. Desde el camino, que aquí se anuncia como calle del Ingeniero
Kastner se avista la flecha de la iglesia de San Nicolás, que emerge como punta
de lanza roja detrás del edificio. El valle de Gurgl es fértil, protegido por
los flancos del macizo montañoso, cubiertos de coníferas. Nos deslizamos
tranquilamente al amparo de la sombra oscura del bosque, por la calzada
original paralela al Gurglbach. Bordeamos una brutal cantera y entramos en el
camino boscoso que nos lleva a Strad. Perdido en un claro, Cristo, clavado a la
cruz. Un altar de camino, que los rivereños levantan para que no perdamos la fe
y el espíritu. Dos palabras que para muchos, navegan en un mar de dudas. En el
caserío, todos las calles, atajos y senderos se llaman Strad. En Strad, la
capilla está dedicada a la Trinidad. Pasamos de largo y bifurcamos en dirección
à Tarrenz, que como Strad, son caseríos del distrito de Imst. A uno y otro lado
del camino, verdean los maizales. El caserío que data del siglo XIII, conoció
la prosperidad explotando las minas de plomo. Aplomado estaba el cielo que al
momento de nuestro paso cubría Tarrenz. Poco faltaba para llegar a Imst, y
decidimos doblar el pedaleo para regalarnos un pequeño descanso en la primera
plaza que encontráramos. ©VCAweg2012
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