Los
casi 84 kms de la jornada anterior se recuerdan vivamente cuando el despertador
anuncia una nueva jornada de pedaleo. Amanecemos en Salorno, que también lleva
detrás “sulla Strada del Vino” y es el extremo más sureño del Tirol. La ciudad
es chica y se extiende solamente en la parte sur del Adige. Valle, río y montes
verde-rocosos es el panorama que regala Salorno al viajero. Desde la
habitación, en el ático del “albergo” descubro ese azul ligeramente gris que se
apodera de los montes con el alba. Y descubro también las flores estrelladas
del volubilis que trepa por los muros de las casas del barrio. A dos pasos del
Gasthof, la iglesia parroquial San Andrea Apostolo. Antes de empezar a
pedalear, visitamos la iglesia, cuyos primeros muros datan del románico y más
tarde reconstruida en el estilo gótico tardío. En el siglo XVII fue nuevamente
reconstruida, imprimiéndosele el sello de la arquitectura religiosa del
Renacimiento. Una fachada monumental que deja ver las estatuas en madera de San
Pedro y San Pablo, las más bajas, en la mitad de la fachada, las estatuas de
los santos patrones, Andrea y Nicolò, y en el frontispicio, la Virgen con el
Niño. Una ventana “serliana” domina el centro mismo de la fachada, sello
distintivo de su arquitecto-proyectista y símbolo de la cultura clásica.
Barroco su altar mayor, en una nave única abovedada. Casi a los pies de la
torre campanario, una escultura en piedra, la cabeza gacha, los brazos caídos,
amilanada, portando una antorcha en su mano derecha, nos recuerda los años negros
de las dos grandes guerras que sacudieron a Europa. ©VCAweg2012
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