samedi 15 septembre 2012

Civezzano



Parajes divinos, huertas, viñas, huellas de un pasado rico en edificaciones, donde se distinguen las mansiones construidas durante el Concilio de Trento, en el siglo XIX. Una exhuberante higuera pegada a la vía alla Veduta me hace soñar con los higos dulces de la mata de mi vecina Yolande. Su fuerte olor me hace frenar, y volver a soñar mientras fotografío sus hojas caducas con su limbo de irregular forma palmada. Las capillas que encontramos en “alla Veduta” también revelan un pasado de esplendor, ornadas de frescos y molduras trompe-l’oeil. Contorneamos el farallón calcáreo Forti di Civezzano. Verdes profundos surgen de entre las rocas basálticas. Alguna que otra bodega de vinos. La vía de marras es una antigua carretera provincial de la época en que Civezzano todavía no era una comuna, justo un partido judicial y la cual atraviesa el burgo. Un hito, de esos viejos hitos que marcan historia y territorio, nos dio la bienvenida a Civezzano. Los monumentos religiosos no faltan en estos parajes que una vez estuvieron castigados por el cólera. La cruz omnipresente, y altares que veneran  a la Virgen. En un recodo de la carretera, una capilla con ofrendas recuerda que en el 1855 la comuna sufrió del cólera. Subimos loma arriba la vía alla Madonnina, también repleta de bodegas. A esa hora, el Quasi bar de la vía Milana estaba vacío. Pedaleábamos en sentido contrario a la circulación, pero sin temor a ser aplastados por un automóvil, aplastados por el silencio de una callejuela estrecha que nos empujaba a dejar el pueblo en dirección al Este. Sin embargo, dimos vuelta atrás buscando la Cesare Battisti primero y luego la vía Garibaldi. La iglesia parroquial de Santa María Assunta fue la última visión de Civezzano, una fachada en losas color beige con un pórtico majestuoso, y alto frontispicio triangular ocultando la cubierta alta de su única nave. El reloj del campanario marcaba la tristeza de aquella tarde civezzanesa. ©VCAweg2012

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