Todavía pedaleábamos por la calle que bordea al Sile
cuando divisé un anciano a la altura del N° 103 de la vía. Pensé en mi padre, y
me pareció verlo. En nada se parecían, salvo en el toc toc del bastón
anunciando cada nuevo paso. Un muro desconchado y con grafitis pintados. Del
lado del muro, viniendo hacia nosotros, Sor Mariana. Me detuve en seco, la
saludé, y le pregunté, de dónde venían esos cánticos, que se confundían con el
paso de una barca por el Sile. Es el coro de las hermanas del convento, al lado
de Sant’Ambrogio. Sor Mariana, de blanco inmaculado vestida, gafas de sol y marcha
cadenciosa, siguió su camino contrario al nuestro. Este Sant’Ambrogio me hizo
bascular y perderme en un meollo de calles que me llevaron a las puertas de la
iglesia. En un descampado detrás del ábside de la iglesia, un monumento, aquel
que recuerda a los caídos en tiempos de guerra. La estela que los recuerda,
vigilada por un ángel, está situada al interior de una construcción de marcado
estilo neoclásico, y cuyas cuatro columnas sostienen un techo abovedado con una
cúpula como cubierta y pináculos en cada esquina. La construcción debe datar de
la posguerra, y antes del segundo conflicto. ©VCAweg2012
jeudi 20 septembre 2012
Sor Mariana (Sant’Ambrogio di Fiera)
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