El mal tiempo nos pone una zancadilla. Amanece
nublado y una llovizna, de esas que no mojan pero que empapan, nos pone en
alerta. Inicialmente teníamos pensado dormir una noche aquí en Treviso, y hoy
19 comenzar a pedalear después del desayuno en dirección a Venecia, que de
hecho, no está lejos. La lluvia está anunciada para todo el día. No vale la
pena montar las alforjas en las bicicletas y llegar a Mestre como dos pollos
mojados. Nos presentamos en la recepción del Continental y pedimos prorrogar.
Imposible, no hay disponibilidad para esta noche, nos confirmó la simpática
muchacha del hotel. Suplicamos. Niente di niente. Palidecimos. Recogimos las
pertenencias, y preparamos el départ para las 11 de la mañana. Bajo la pertinaz
llovizna, anduvimos por el barrio en busca de otro hotel, albergo o pensión, lo
primero que apareciera. Y apareció ante nosotros el Carlton y sin pensarlo dos
veces preguntamos si tenían disponibilidad. Dos italianas la cuarentena pasada
y con cara de solteronas nos recibieron amablemente, y con la misma amabilidad,
dejaron escapar, hay una habitación que tenemos que preparar, 200 euros la
noche. Noooooooooooooooo, exclamamos casi al unísono, y ellas se echaron a reír.
No que va, aquí termina nuestro periplo y no le pagamos eso!, les dije. Cuánto
pueden?, preguntó la más segura de las dos, y el lugarteniente ni corto ni
perezoso respondió: ochenta euros. Estará lista a la una, nos dijo la que
parecía llamarse Silvana, y para evitar malos entendidos, y asegurar la
habitación, pagamos cash como ellas querían. Fue así como descansamos una noche
más en Treviso, nada más y nada menos, que en un legendario Carlton, en su
jugo, como si hubiéramos retrocedido a los días de su gran esplendor, lo cual
nos permitió conocer más de lo que pensábamos en una ciudad inicialmente pura
etapa nocturna. ©VCAweg2012
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire