Las dos
bicicletas encadenadas al herrumbroso tubo esperan liberarse. Han visto pasar a
un tropel de gentes en todas las direcciones. Santa Chiara, silueta invisible
en una orilla de Murano desde principios del XIX, invisible como la Santa Clara
de la Isla. Y esta otra Santa Chiara mirando al canal que vela la quietud de la
Gitane y la Gazelle. La tarde se ha ido en una góndola por un canal solitario
pero ajeno a las tristezas del mundo. Bebo el agua de la laguna. Saciada la
sed, cuento los campanarios que se alzan del otro lado del canal. Distingo la
cúpula de la basílica Santa Maria della Salute borrosa por la bruma que la
envuelve. Repaso ciertas fachadas camino de Santa Chiara. Desconecto el cuenta
millas. Las ruedas aplastan la libertad del puente. Una gaviota el ojo alerta
nos ve pasar. Quizás la vuelva a ver otra vez, envejecida, o sumergida. La
franja roja advierte que es el final. ©VCAweg2012
samedi 22 septembre 2012
Addio, Venezia
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